Entonces la Residencia de Estudiantes representaba un punto de contacto
importantísimo entre culturas. Aquel hervidero intelectual supuso un
excelente caldo de cultivo para el desarrollo del poeta. A su llegada
Lorca tuvo la oportunidad de conocer a Juan Ramón Jiménez, a quien
acudió con una carta de presentación de Fernando de los Ríos:
«Ahí va ese muchacho lleno de anhelos románticos: recíbalo usted con amor, que lo merece; es uno de los jóvenes en que hemos puesto más esperanzas».
Y Juan Ramón respondió:
«Su poeta vino y me hizo una excelentísima impresión. Me parece que tiene un gran temperamento y la virtud esencial, a mi juicio, en arte: entusiasmo».
Con aquella visita se inició una amistad duradera.
«Ahí va ese muchacho lleno de anhelos románticos: recíbalo usted con amor, que lo merece; es uno de los jóvenes en que hemos puesto más esperanzas».
Y Juan Ramón respondió:
«Su poeta vino y me hizo una excelentísima impresión. Me parece que tiene un gran temperamento y la virtud esencial, a mi juicio, en arte: entusiasmo».
Con aquella visita se inició una amistad duradera.
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