La deforestación, las especies en
vías de extinción, la degradación de los hábitats o la problemática
medioambiental eran hasta hace unos años conceptos que se nos antojaban
lejanos, exóticos o tercermundistas, sucesos que acontecían en la Amazonia, las
llanuras africanas o las selvas de Borneo. Quién más quién menos pensaba que “este
no es mi problema”.
¡Craso error! A medida que las diversas
investigaciones realizadas fueron demostrando que lo que sucedía en un rincón
del planeta, afectaba de forma clara e inequívoca al resto de él, comenzó a
cundir la alarma. Ya no eran situaciones o circunstancias exóticas, ni
tercermundistas, ni lejanas, sino que convivíamos con ellas. La lluvia ácida,
el cambio climático, el deterioro de la capa de ozono, en fin la degradación
del medio ambiente con toda la problemática que le acompaña, estaban a la
vuelta de la esquina, cuando no en la misma puerta de casa.
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